El dolor es una experiencia sensorial y emocional desagradable asociada a un daño tisular real o potencial, o que se asemeja a este. El propósito del dolor es alertarnos de que puede haber algún problema en nuestro organismo. Para los enfermos de dolor crónico, la enfermedad puede ser debilitante y afectar a muchos aspectos de la vida. Sigue leyendo para saber más sobre esta enfermedad, incluidos los síntomas y las opciones de tratamiento.
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La Asociación Internacional para el Estudio del Dolor describe el dolor crónico como «el dolor que ha persistido más allá del tiempo normal de curación de los tejidos». El dolor crónico se define como un dolor que dura o se repite durante más de tres meses. Puede implicar factores psicológicos y sociales complejos.
El dolor crónico es una afección de larga duración, como la artritis, la fibromialgia, la migraña y el dolor de espalda. Existen tres grandes categorías de dolor crónico:
Al menos el 10 % de la población mundial padece dolor crónico, mientras que las estimaciones de prevalencia en algunos países y regiones se sitúan en torno al 20-25 %. Además, una de cada diez personas desarrolla dolor crónico cada año en todo el mundo. En Europa, casi el 20 % de la población adulta declara tener dolor crónico moderado o grave, lo que equivale a 150 millones de personas.
Los síntomas exactos varían entre los individuos, pero el dolor crónico está reconocido como un dolor que persiste más allá del tiempo normal de curación. Por lo general, se considera que el dolor es crónico cuando dura o se repite durante más de tres a seis meses.
Si un dolor persiste durante más de 12 semanas, se trata de un dolor crónico. El dolor puede estar relacionado con un traumatismo o una lesión anterior, o puede estar causado por daños en el sistema nervioso (como la ciática). En las personas mayores puede desarrollarse debido a una enfermedad degenerativa como la artrosis. El dolor crónico puede interferir en la capacidad de realizar actividades cotidianas y puede repercutir en el sueño y la salud mental. Los enfermos pueden notar que, con el propósito de minimizar el dolor, hacen menos actividad, lo que puede ocasionar aumento de peso y sentir más apatía. Las repercusiones en la vida cotidiana relacionadas con el dolor de larga duración pueden incluir:
El dolor crónico es una afección de larga duración con la que los enfermos aprenden a vivir mediante técnicas de control del dolor bajo la supervisión de un médico. El dolor puede ser constante o intermitente y algunos días la intensidad puede ser debilitante. Pero es la larga duración del dolor crónico lo que hace que sea difícil de tratar. Es habitual que los síntomas físicos vayan acompañados de trastornos emocionales.
Algunas dolencias específicas -por ejemplo, el dolor de espalda- pueden empezar como un dolor agudo tras un esguince o una torcedura, pero pueden prolongarse mucho más de lo previsto. El plan de tratamiento en este caso sería un enfoque escalonado que comenzaría con la autogestión y pasaría a la fisioterapia, el tratamiento farmacológico o incluso la cirugía. La trayectoria de cada paciente con dolor crónico es personal.
El dolor crónico se define como un dolor que dura o se repite durante más de tres meses. El dolor exacto es muy diferente en cada individuo. El dolor crónico puede producirse en cualquier parte del cuerpo. Puede ser constante o intermitente y aparecer y desaparecer sin ninguna razón evidente; puede ser punzante o sordo. Si un dolor persiste durante un periodo de tiempo prolongado, puede llegar a clasificarse como dolor crónico.
El dolor crónico es común y tiene muchas causas diferentes. Aunque el dolor puede estar relacionado con otras afecciones médicas, traumatismos o lesiones, también puede estar causado por problemas en el sistema nervioso, que puede enviar señales de dolor al cerebro a pesar de la ausencia de daños evidentes en los tejidos.
Las posibles causas del dolor crónico incluyen:
El dolor crónico en sí mismo no es hereditario, pero hay pruebas que sugieren que algunas dolencias que pueden ocasionar dolor crónico pueden serlo.
Un equipo de investigadores del Reino Unido llevó a cabo un estudio en el que participaron 8000 conjuntos de gemelos, en el que se analizaron cuatro afecciones que pueden manifestarse como dolor crónico: síndrome del intestino irritable, dolor musculoesquelético, dolor pélvico y síndrome del ojo seco. El estudio demostró que si un gemelo idéntico sufría una de estas dolencias, era probable que el otro también las sufriera. Dado que los gemelos idénticos comparten prácticamente el mismo código genético, esto sugiere que existe un elemento hereditario en estas afecciones.
En un estudio de 2019 publicado en el British Journal of Anaesthesia, los investigadores revisaron los estudios que analizaban la asociación entre numerosos factores de riesgo -incluidos los biológicos, psicológicos y socioeconómicos- y el desarrollo, la persistencia o la gravedad del dolor crónico. Descubrieron que el factor de riesgo clínico más importante (o «signo revelador») para el desarrollo del dolor crónico es la presencia de otro foco de dolor agudo en el cuerpo. En otras palabras, las personas que sienten un dolor intenso a corto plazo (por ejemplo, como resultado de una lesión) tienen más probabilidades de desarrollar dolor crónico que las personas que no tienen ningún dolor.
El estudio también descubrió que los pacientes con depresión o enfermedades cardiovasculares eran más propensos a sufrir dolor crónico que los que no las padecían.
Aunque la edad no es un factor determinante para padecer dolor crónico, a medida que una persona envejece es más probable que experimente enfermedades que podrían conducir al dolor crónico.
El dolor crónico no reduce la esperanza de vida, y la mayoría de los pacientes pueden encontrar formas de controlar su dolor para vivir una vida plena. Sin embargo, aunque el dolor crónico no puede matar a nadie, puede tener un profundo efecto sobre la calidad de vida y la salud mental; las personas con dolor crónico severo tienen el doble de probabilidades que otras de tener pensamientos suicidas.
Si alguien cree que padece dolor crónico, es importante que acuda al médico para que pueda hacer un diagnóstico.
Dado que la medición del dolor es subjetiva y muy personal para cada individuo, el profesional sanitario deberá realizar una evaluación sistemática y exhaustiva para caracterizar el dolor -por ejemplo, para determinar si es punzante, pulsátil o con sensación de ardor- y determinar el impacto en la vida del individuo. Tendrán en cuenta cualquier otro problema médico y psicológico. Puede ser necesario un examen físico como parte de la evaluación, y es importante discutir y evaluar todos los tratamientos del dolor que se han probado. Esto ayuda a entender mejor el dolor y los posibles beneficios del tratamiento.
Una evaluación detallada del dolor permitirá al profesional sanitario determinar si el dolor que se siente coincide con un síndrome de dolor bien conocido, o si existe una enfermedad estructural que pueda ayudar a explicar el dolor. Esto puede ayudar a comprender qué es lo que mantiene el dolor y si la causa es física o psicológica. La evaluación también pondrá de manifiesto los efectos negativos que el dolor tiene en el funcionamiento físico y social, y explorará cualquier problema coexistente que pueda necesitar tratamiento al mismo tiempo.
Aunque no existe una prueba diagnóstica específica para el dolor crónico, hay herramientas que los profesionales sanitarios pueden utilizar para ayudar a determinar la gravedad del dolor y el impacto que tiene en la vida diaria. Se pueden utilizar gráficos de evaluación del dolor para ayudar a crear una historia clara del dolor mientras se evalúa su naturaleza y gravedad. El gráfico puede utilizarse a lo largo del tiempo para determinar qué tratamientos están funcionando. Los tres tipos de escalas de evaluación que se suelen utilizar evalúan el dolor según una escala numérica, una escala verbal o una escala visual.
Además de los gráficos de dolor, existen otros métodos que los profesionales sanitarios pueden utilizar para diagnosticar el dolor crónico. Estos dependen del tipo de dolor que se experimente pero, por ejemplo, en el caso de la neuropatía periférica podría utilizarse una prueba de la función nerviosa llamada electromiografía (EMG). Consiste en colocar electrodos en un músculo para registrar la actividad eléctrica y detectar daños en los nervios. A su vez, el médico puede realizar un estudio de conducción nerviosa para registrar las respuestas de los nervios a una corriente eléctrica colocando un electrodo plano en la piel que emite una corriente eléctrica baja.
Las pautas de tratamiento se adaptan a cada persona y suelen consistir en una combinación de medicación, ejercicio y fisioterapia. No hay ninguna técnica que garantice un alivio completo del dolor, pero la mayoría de los pacientes son capaces de encontrar una combinación de opciones de tratamiento que les ayude a controlar su enfermedad. Por lo general, se aconseja a los pacientes que sigan trabajando si es posible, aunque a veces sea necesario reducir la carga de trabajo, ya que así pueden olvidarse un poco del dolor. Seguir la vida con la mayor normalidad posible puede ayudar a reducir la posibilidad de sentirse triste y desarrollar una depresión. Cualquier pauta de tratamiento tendrá en cuenta las características y peculiaridades de cada paciente y se compondrá de un conjunto de cuidados que aborde los síntomas de dolor y cualquier otro problema asociado, que podría incluir bajo estado de ánimo, ansiedad o alteraciones del sueño.
Los analgésicos pueden ayudar a reducir el dolor, siempre bajo supervisión médica. Dado que la enfermedad es tan personal para cada paciente, cualquier pauta de medicación se adaptará a la persona y deberá ser supervisada por un profesional sanitario. En algunos casos, se puede administrar un analgésico. Los fármacos antiepilépticos pueden utilizarse para tratar diversas afecciones de dolor neuropático, mientras que los sedantes o ansiolíticos podrían recetarse para el tratamiento a corto plazo de los problemas de sueño derivados del dolor crónico. También puede administrarse medicación antidepresiva , ya que algunos antidepresivos tienen una indicación específica para el tratamiento de ciertas formas de dolor crónico, y algunas personas con dolor crónico pueden sufrir también depresión. Entre los tipos de antidepresivos que pueden recetarse se encuentran los antidepresivos tricíclicos y los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina.
Es probable que un médico remita a alguien con dolor crónico a servicios que puedan proporcionarle técnicas de autoayuda para controlar el dolor. La fisioterapia es un tratamiento habitual para el dolor crónico y puede consistir en ejercicios de manipulación, estiramientos y ejercicios para aliviar el dolor. El fisioterapeuta querrá entender el dolor y cómo afecta a la vida diaria para ayudar al individuo a volverse a sentir bien. Es probable que le indiquen ejercicios que se pueden hacer en casa para ayudar a aliviar los síntomas.
Muchos pacientes encuentran en este tipo de técnicas de control del dolor una forma eficaz de enfrentarse a la vida cotidiana.
Se pueden recomendar muchas técnicas para ayudar a las personas a controlar el dolor crónico. Entre ellos se encuentran:
Aunque no hay pruebas científicas sólidas de que una dieta concreta pueda tratar el dolor crónico, para llevar un estilo de vida saludable se recomienda seguir una dieta variada que incluya frutas y verduras. Una dieta saludable optimiza la energía y equilibra las hormonas, lo que puede ayudar con los síntomas.
Sin embargo, se ha sugerido que alguna modificación de la dieta mediante el suplemento de nutrientes específicos puede ser útil en personas con dolor crónico.
Aunque el reposo durante cortos periodos de tiempo puede aliviar el dolor, un reposo excesivo podría aumentar el riesgo de lesión cuando la persona intente volver a moverse. El ejercicio se recomienda como parte de la rutina diaria para quienes padecen dolor crónico, ya que mejora el tono muscular, la fuerza y la flexibilidad. Para muchas personas, hacer ejercicio cada día puede reducir el número de días de dolor intenso, o al menos hacer que el dolor sea más manejable; esto se debe a que el ejercicio libera el analgésico natural del cuerpo, las endorfinas. Entre los ejercicios suaves que se pueden probar están caminar, nadar, hacer bicicleta estática y hacer yoga.
El dolor crónico es una enfermedad grave que suele tener un gran impacto en la vida de quien lo padece y supone una carga para los servicios sanitarios. Desgraciadamente, no existe ninguna medida preventiva probada para esta enfermedad, pero el dolor crónico que se desarrolla como resultado de una lesión grave o aguda a veces puede prevenirse mediante el tratamiento adecuado de la lesión inicial.
Dado que el dolor crónico afecta a tantos pacientes en todo el mundo, no es de extrañar que haya una gran cantidad de estudios científicos sobre el tema, que van desde la eficacia de las opciones de tratamiento hasta los estudios de prevalencia. Las instituciones de investigación de todo el mundo tienen departamentos enteros dedicados a explorar el tratamiento del dolor.
La Comisión Europea financia actualmente un proyecto internacional de investigación colaborativa denominado QSPainRelief, que reúne a 10 instituciones asociadas de cinco países europeos y de Estados Unidos para desarrollar y aplicar nuevos tratamientos personalizados para pacientes con dolor crónico. El proyecto, de cinco años de duración, comenzó en enero de 2020 y tiene como objetivo utilizar modelos informáticos y matemáticos para ayudar al descubrimiento de fármacos y dirigir la investigación con el fin de identificar diferentes combinaciones de medicamentos existentes que puedan proporcionar alivio a estos pacientes.
Dolor crónico
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