Existen dos tipos de ictus: isquémico y hemorrágico. Conoce las causas de cada tipo, los síntomas comunes y cómo se diagnostica y trata el ictus.
Un ictus (también conocido como infarto cerebral) es una enfermedad grave que requiere atención urgente.
Un ictus se produce cuando el cerebro no recibe el suministro de sangre que necesita, lo que a su vez limita el oxígeno en el cerebro. Cuando esto ocurre, suele ser porque el suministro de sangre al cerebro está bloqueado o porque un vaso sanguíneo del cerebro se rompe.
Sin un tratamiento de urgencia, determinado tejido cerebral puede dañarse o morir por falta de oxígeno. Esto puede llevar a una discapacidad o incluso a la muerte. Cuanto antes se reciba el tratamiento adecuado, mayores serán las posibilidades de recuperación.
Existen dos tipos principales de ictus:
Algunas personas sufren un AIT antes de sufrir un ictus completo. Los síntomas de un AIT son los mismos que los de un ictus, pero duran poco tiempo, por lo que a menudo se conoce como «miniictus». Aunque los efectos de un AIT no son tan duraderos como los de un ictus establecido, indican un mayor riesgo de ictus en un futuro cercano.
El informe 2020 Burden of Stroke in Europe (La carga del ictus en Europa en 2020) reveló que en 2017 se produjeron 1,2 millones de ictus en la Unión Europea. También predijo que el número de personas que sobreviven a un ictus en las próximas tres décadas (2017-2047) aumentará en un 27 %, principalmente debido al envejecimiento de la población y al aumento de las tasas de supervivencia.
Los principales síntomas del ictus afectan a la cara, los brazos y el habla. Sin embargo, el ictus es diferente para cada persona y los síntomas dependerán de la parte del cerebro que se haya visto afectada y de la gravedad del daño en el tejido cerebral.
Las tres zonas principales del cuerpo que se ven afectadas al producirse un ictus son:
Otros posibles síntomas pueden ser:
No hay etapas fijas asociadas a un ictus; sin embargo, algunas personas experimentan un accidente isquémico transitorio (AIT), que puede ser una señal de aviso de que pueden sufrir pronto un ictus. El AIT se denomina a veces «miniictus» porque los síntomas son los mismos que los de un ictus pero, como el bloqueo de la sangre en el cerebro es temporal, solo dura un tiempo breve.
Un AIT no daña las neuronas ni provoca una discapacidad permanente, pero indica un mayor riesgo de sufrir un ictus establecido en un futuro próximo.
No todas las personas que sufren un ictus experimentan primero un AIT, pero si lo hacen, es importante obtener ayuda médica de inmediato, ya que podría ser una señal de que se avecina un ictus. En un estudio sobre pacientes con ictus publicado en la revista médica Neurology, se evaluó a 2416 personas que habían sufrido un ictus isquémico. De ellos, 549 habían presentado un AIT antes de su ictus, y la mayoría tuvo lugar en los siete días siguientes al ictus.
Los síntomas del AIT incluyen:
A largo plazo, pueden surgir una serie de problemas mentales y físicos como consecuencia de un ictus. Entre ellos se encuentran:
La prueba «FAST» se utiliza a menudo para ayudar a identificar un ictus. Fíjate en las tres principales zonas del cuerpo afectadas: cara (face), brazo (arm) y habla (speech), como se describe en la sección de síntomas. Si se presenta alguno de estos signos, es tiempo (time) de llamar a los servicios de emergencia para recibir atención médica inmediata.
Recuerda el acrónimo FAST:
Todos los accidentes cerebrovasculares son diferentes, y los tres síntomas FAST pueden ir acompañados de uno o varios de los síntomas adicionales que se enumeran en la sección «¿Cuáles son las fases del ictus?».
Los ictus pueden ser isquémicos (cuando se interrumpe el suministro de sangre al cerebro) o hemorrágicos (cuando hay una hemorragia en el cerebro o a su alrededor). La probabilidad de sufrir un ictus aumenta con la edad, y las personas mayores tienen menos posibilidades de sobrevivir.
Los accidentes cerebrovasculares están causados por una restricción del suministro de sangre al cerebro, que se produce de diferentes maneras según el tipo de ictus.
En los ictus isquémicos, una obstrucción corta el suministro de sangre al cerebro. La causa puede ser la formación de un coágulo de sangre en una arteria que conduce al cerebro o en un pequeño vaso sanguíneo en el interior del cerebro. También puede ser el resultado de un coágulo que se desplaza por el torrente sanguíneo hasta el cerebro desde otra parte del cuerpo.
Un ictus hemorrágico también se denomina hemorragia cerebral o sangrado cerebral, ya que está causado por una hemorragia en el cerebro o a su alrededor. Esto puede ocurrir de dos maneras:
La probabilidad de sufrir un ictus es mayor en las personas con antecedentes familiares de ictus, pero se cree que son los factores de riesgo de ictus los que son hereditarios (como la hipertensión arterial y la diabetes), más que el propio ictus..
El riesgo de sufrir un ictus se ve afectado por factores «no modificables», es decir, que no pueden cambiarse, o «modificables», es decir, que se puede influir en ellos.
Los dos factores no modificables -los que tienen que ver con la persona- que pueden afectar al riesgo de sufrir un ictus son:
Los factores de riesgo modificables, es decir, aquellos sobre los que se puede influir o controlar, son:
Las cardiopatías también son un factor de riesgo importante para sufrir un ictus, y son una de las principales causas de muerte tras sufrirlo. Si la cardiopatía es hereditaria, puede tratarse de un factor de riesgo no modificable, pero algunas personas pueden modificar sus hábitos para influir en su riesgo de cardiopatía y, por tanto, en el riesgo de ictus.
Cuando se trata de las tasas de supervivencia tras un ictus, la edad es uno de los factores más influyentes, ya que los estudios han demostrado que el riesgo de muerte por ictus se duplica aproximadamente con cada década de edad. Otro factor importante es el tiempo transcurrido desde el ictus. Un estudio asoció el ictus con un aumento de casi cinco veces el riesgo de muerte entre cuatro semanas y un año después del ictus, en comparación con la población general, y un aumento del doble después de un año.
Sin embargo, las tasas de supervivencia han mejorado mucho en la última década gracias a los nuevos tratamientos del ictus y a la mejora de la atención a los mismos. Un tratamiento rápido ayuda a aumentar las posibilidades de supervivencia y a reducir el riesgo de secuelas a largo plazo.
Para ofrecer las mejores posibilidades de recuperación, el médico debe confirmar el diagnóstico de un ictus lo antes posible.
El diagnóstico se realiza mediante una serie de pruebas que ayudan a identificar cualquier problema de salud que pueda causar un ictus (como la hipertensión arterial) y escáneres cerebrales para obtener una mejor imagen de lo que ocurre en el interior del cerebro.
Si el médico sospecha que se trata de un ictus, intentará realizar uno de los siguientes tipos de escáner cerebral durante la hora siguiente a la llegada al hospital:
Otras pruebas que pueden ser útiles para diagnosticar un ictus son:
La rehabilitación y la recuperación después de un ictus llevan tiempo. El proceso es diferente para cada persona, y suele implicar que un equipo de especialistas establezca objetivos para trabajar. Es importante seguir participando activamente en el plan de rehabilitación para tener las mejores posibilidades de recuperación.
Cada ictus es diferente, por lo que el tratamiento y la recuperación varían mucho entre los pacientes. La recuperación suele durar meses y puede durar años para algunas personas que sobreviven al ataque. Comienza en el hospital y suele contar con la participación de una serie de especialistas que ayudarán a establecer objetivos para la recuperación.
Esto puede implicar la realización de más pruebas para ayudar al médico a entender lo que se necesita. Las pruebas pueden incluir:
Se puede utilizar una serie de medicamentos para tratar el ictus. Las opciones variarán en función del tipo de ictus.
En una situación de emergencia, se suele utilizar una medicación llamada trombólisis, o medicación «para romper el coágulo». Funciona disolviendo los coágulos de sangre y permitiendo que la sangre vuelva a fluir hacia el cerebro, y puede tener un efecto positivo en la reducción de los daños causados por el ictus si se administra en las horas siguientes al inicio del mismo.
Otros tratamientos que pueden utilizarse posteriormente para ayudar a prevenir otros ictus son:
Si alguien ha sufrido un ictus hemorrágico, los médicos pueden recomendarle que tome medicamentos para la tensión arterial con el fin de reducir el riesgo de nuevos ictus. Si ya estaba tomando anticoagulantes, necesitará un tratamiento para revertir sus efectos y reducir la posibilidad de nuevas hemorragias.
Los efectos a largo plazo del ictus pueden ser muy variados, y varias terapias pueden tener un impacto significativo en el proceso de recuperación y rehabilitación.
Cada persona se recupera de forma diferente y requiere el apoyo de diversos especialistas. Entre ellos se incluyen:
Para tratar el ictus se pueden utilizar varios procedimientos quirúrgicos. El procedimiento adecuado dependerá de la causa del ictus.
Llevar una dieta saludable es fundamental después de un ictus. La dieta puede desempeñar un papel fundamental en la recuperación, ya que ayuda a controlar la presión arterial y los niveles de colesterol y a mantener un peso corporal saludable. Esto también reducirá el riesgo de sufrir otro ictus.
Los supervivientes de un ictus deben procurar seguir una dieta rica en cereales, verduras y frutas, así como en productos lácteos y proteínas saludables como yogur, carne magra, pescado, legumbres, frutos secos y semillas. También deben reducir su consumo de alimentos procesados, grasas saturadas y grasas trans.
Un exceso de sal puede provocar un aumento de la presión arterial. El consumo de sal puede reducirse evitando los alimentos procesados (que suelen tener un alto contenido de sal) y resistiendo el impulso de añadir sal a los alimentos.
Mantenerse activo después de sufrir un ictus tiene muchos beneficios. Entre ellos se encuentran:
Se pueden hacer muchos cambios sencillos en el estilo de vida que pueden ayudar a reducir el riesgo de ictus:
Se están llevando a cabo numerosas investigaciones para desarrollar tratamientos nuevos y más eficaces para el ictus, y los científicos están especialmente interesados en descubrir formas de restablecer el flujo sanguíneo al cerebro y evitar que las neuronas se mueran tras un ictus. Otros ámbitos de interés en el campo del tratamiento son la búsqueda de formas de mejorar la rehabilitación y la recuperación tras un accidente cerebrovascular.
En lo que respecta a la prevención de los ictus, los investigadores tratan de comprender mejor los factores de riesgo de los mismos. También se utilizan técnicas de imagen para conocer mejor cómo afecta el ictus al cerebro.
Shavelle R, Brooks J, Strauss D, Towfighi A. Long-term survival prognosis after stroke.
A practical guide for clinicians. Practical Neurology. Published February 2020. Accessed February 2021. https://practicalneurology.com/articles/2020-feb/long-term-survival-prognosis-after-stroke
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